Los cinco sentidos

El garage de la familia Parra se encuentra frente a la catedral; tiene una amplia entrada y un escritorio rodeado de sillas. Punto de encuentro de familiares y amigos. Mas de una noche se puede pasar tomando cerveza y jugando dominó.
Al medio día voy para la casa. Sobre la vereda hay un puesto ambulante que vende un fruto chiquito color naranja:

–¿Probaste el chontaduro? –me pregunta Fabio.
–Nunca –le respondo.

Compra una bolsita y lo pruebo. Tiene un gusto similar al zapallo. Es bien rico.

–¿Como dijo que se llama?
–Chontaduro por que uno lo come y chonta-duro –me repite levantando la mano con el puño cerrado apuntando al cielo.

Almorzamos sancocho de carne con jugo preparado por Nely, una artesana en la cocina. Hay gran variedad de jugos: naranjilla, guanábano, tomate de arbol, lulo, maracuya, mango, mora, borocó. Gracias a estas experiencias te vas sensibilizando los cinco sentidos. El gusto con los jugos, con las nuevas comidas. El olfato cuando uno va al mercado a las verdulerías, carnicerías o donde venden especies aromáticas. La vista con los distintos paisajes y gente. El tacto al agarrar una piña o coco. El oído al escuchar palabras como berraco, maluco o bakano. Me duermo una siesta. No puedo comer nada mas. Durante estos días en la casa de los Parra creo que subí rápidamente los ocho kilos que bajé desde que salí de viaje.