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22 de abril de 2012

Viaje a dedo a Mendoza, parte final


   Y sin duda, para viajar no hace falta mucha plata. Lo importante es tomar la decisión y luego acomodarse a cada situación siempre que eso no sea una limitante para disfrutar. Algunos pueden. Otros no. A mi me encanta salir al camino y no saber que va a pasar, con quien me voy a encontrar, como se va a resolver el día, la situación. Manejar esta incertidumbre me ha servido para todos los aspectos de mi vida, inclusive la profesional.

   Como les contaba. Disfrute mucho de esas vacaciones. Pero ahora debía regresar al trabajo, a Buenos Aires. Así me despedí de Mari y Fabi con un abrazo. Me puse la mochila. Caminé unos diez pasos hasta encontrarme con una camioneta que iba saliendo de la estación de servicio. Le hice una seña y me subí. Me senté en la F100 y desde arriba saludo, ahora con la mano, a Mari y Fabi que salen hacia su casa, ahora asombrados por la velocidad con que conseguí dedo.

   Después de esa chata en San Luis me levantó un corsa hasta el peaje, luego un renault laguna, un R12, un MB 1633 que me dejó en Vicuña Maquena. Entro a una estación de servicio, cargo agua para el mate y vuelvo a la rotonda. Ahí me levanta una Ranger 4x4 que me lleva volando hasta Vedia. Si Vedia, a 300 km de Buenos Aires. A esta altura ya era de tardecita, no muy tarde, tipo 19hs, pero como es costumbre hace un tiempo decidí no forzar la situación. Si bien podría haber conseguido otro camión que me llevara a la Capital y llegar de madrugada, pero decidí disfrutar.

    Entré a Vedia y conseguí un pequeño hotel. Pasé una noche a puro ronquido. Dormí a pata suelta hasta que salí a la ruta. En la rotonda no esperé mas de una hora y un monumental Scania me levanto y me dejó en acceso Oeste y General Paz. Con un bondi al medio día ya estaba en mi casa listo para todos los arreglos necesarios y volver al trabajo al día siguiente.

   Me gusta viajar a dedo. Se conoce mucha gente y se disfruta de la ruta de una manera diferente. Por momentos casi que estas palmo a palmo con la ruta. Sentado en ella, literalmente, esperando quien te levante. Siempre se puede volver a salir, a la ruta. Eso me espera el próximo fin de semana. Pero ahora para la costa. A visitar a unos amigos.

 

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