Todos están en sus sillas. Algunos se frotan las manos. La
chimenea ya está ardiendo. El televisor encendido. El partido por comenzar.
Norma, como de costumbre, ofrece chorizo seco, queso, bebida, vino. Si ya pasó
el almuerzo ofrece café. Si aparecen las medialunas es que hace ya tiempo que
ha transcurrido el partido.
El profesor y dueño de casa siempre se sienta en la punta
con su “pernot”. A su alrededor están los tan conocidos y ya amigos de la vida.
Con José se conocen de la infancia. A Carlitos, el de pelo blanco, lo trajo
Hugo, el profesor, de la colonia hace mas de diez años. El otro Carlitos, el de
los ojos achinados cuando se ríe, se incorporó a la escuela hace cinco años, lo
trajo el Rafa, la pareja de Marcela, hija de Hugo, el profesor. No me puedo
olvidar de Marcelo, el otro hijo de Hugo, siempre buscando negocios extras. También
está Toti, el pájaro loco, hermano de Hugo. Ricardo es otro jugador constante.
Llegó de la mano de Graciela, amiga de Norma. No me quiero olvidar de Alcires
quien cría sus abejas al lado del rancho.
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